NADIE, NADIE PODRÉ ARREBATARME EL AMOR QUE SIENTO POR DIOS....
El Evangelio de hoy es una parte del capítulo X de Juan. En este capítulo Jesús repite dos veces: “Yo soy el buen pastor”, e indica el motivo para definirse así.
Ubicaremos en su contexto la primera de esas declaraciones: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor: el buen pastor da su vida por las ovejas” (Jn 10,10-11). El buen pastor procura la vida de sus ovejas, ha venido para que ellas vivan abundantemente. Y no lo consigue con poco esfuerzo; lo hace al costo de su propia vida. El buen pastor entrega su propia vida para que las ovejas vivan. Esto es lo que define la misión de Jesús en relación con nosotros. Él merece verdaderamente el título de “buen pastor”.
Jesús repite: “Yo soy el buen pastor: conozco mis ovejas y las mias me conocen a mí” (Jn 10,14). El buen pastor tiene vivo afecto por sus ovejas, tiene interés en ellas y en todo lo que las afecta; conoce a cada una por su nombre, conoce las alegrías y las angustias de cada una. Pero también él goza del afecto de sus ovejas y ellas lo conocen a él. Para un semita el conocimiento no es una actividad meramente intelectual, es también una actividad del corazón. El que conoce se acerca al objeto con interés y afecto. Cuando se trata de una persona, lo hace con amor. Por eso en este caso conocer es sinónimo de amar: “El buen pastor ama a sus ovejas y ellas lo aman a él”.
En el Evangelio de hoy leemos un resumen de esos mismos conceptos. Hablando de sus ovejas, Jesús dice: “Yo las conozco (las amo)... yo les doy vida eterna”. Expresa así el amor del pastor por las ovejas. Ya sabemos a qué precio les da la vida eterna. Pero también las ovejas aman al pastor: “Ellas escuchan mi voz... ellas me siguen”.
Jesús manifiesta gran celo por sus ovejas: “Nadie las arrebatará de mi mano”. Él comprende que esta afirmación tan radical exige una explicación, y la da: “Nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre”. Esto es verdad, esto lo entendemos bien, pues, como aclara Jesús, “el Padre es más grande que todos”. Pero el “buen pastor” es Jesús y él ha afirmado que es de su mano de donde nadie puede arrebatar las ovejas. Entonces Jesús agrega la explicación última, definitiva: “Yo y el Padre somos uno”.
Jesús ha hecho una declaración impresionante. Ante ella hay dos reacciones posibles: escucharla o rechazarla. Esta reacción es lo que discrimina entre los que son de su rebaño y los que no lo son, pues: “Mis ovejas escuchan mi voz”. Escuchar a Jesús es el signo de pertenencia a su rebaño: creer que él y el Padre son un solo Dios.
¿Cómo puede alguien escuchar hoy día esa voz del buen pastor y sentir el amor de Jesús? Eso es lo que tienen que ofrecer los pastores de la Iglesia: ellos ofrecen al pueblo la enseñanza de Jesús, ellos dan al pueblo vida eterna a través de los sacramentos, ellos guían al pueblo con su consejo. Pero, sobre todo, ellos hacen sentir el amor de Jesús, porque entregan su vida por el rebaño. Hoy día hay muchos fieles que están “como ovejas sin pastor”, por la falta de sacerdotes. Por eso la Iglesia hoy celebra la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones y ruega a Dios que mande a su Iglesia numerosos y santos sacerdotes, no sólo numerosos, sino, sobre todo, santos
http://www.aciprensa.com/homilias/homilia.php?id=176
Todos somos pastores de todos
Lo anterior no quita que sea cierta esta afirmación aparentemente contradictoria: “todos somos pastores de todos”.
¿En qué sentido?
Cada uno de nosotros somos responsables de los demás. No para que sean, piensen y actúen como nosotros. Tampoco para que recorran nuestros mismos caminos. Los caminos hacia Dios pueden ser muy distintos.
Jesús, el Pastor, da la vida por las ovejas. Somos pastores de los demás en la medida en que ponemos nuestra vida, nuestra existencia al servicio de los demás.
Estamos llamados a ser “pastores” mediante la entrega de nuestra vida cada día, en las pequeñas cosas, porque no pensamos en nosotros mismos sino que somos capaces de darla en las cosas sencillas, aquellas que suelen pasar desapercibidas… porque “el que pierde su vida la gana”.
Y un día, cuando nos presentemos ante el Padre de todos nos preguntará: “¿qué hiciste de tu hermano?”.
La gran diferencia está entre pretender ser dueños y jueces de los demás, o buscar ser servidores capaces de perder la vida por los demás
http://antenamisionera.wordpress.com/2009/05/01/nadie-es-pastor-de-nadie-todos-somos-pastores-de-todos/
No hay comentarios:
Publicar un comentario