sábado, 26 de marzo de 2011

Día de San Jose




Evangelio: Mateo 1,16.18-21.24a

"José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor"

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados." Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Día de San Jose 19 de marzo de 2011

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Carta del Prelado (marzo 2011)




Carta del Prelado (marzo 2011)
La vida de cada día ofrece muchas ocasiones para mostrar a Dios nuestros deseos de acercarnos a Él. La Cuaresma, señala el Prelado, es un momento especial para empeñarse con más amor. Carta del mes de marzo.

2011/03/03

PDF: Carta de Marzo 2011.

Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!

«Nada hay tan grato y querido por Dios, como el hecho de que los hombres se conviertan a Él con sincero arrepentimiento»[1]. Palabras de especial actualidad siempre, y más aún en las próximas semanas, pues dentro de ocho días comienza la Cuaresma. En la liturgia del Miércoles de Ceniza, con frase de San Pablo, la Iglesia nos exhorta, con afecto e interés: no recibáis en vano la gracia de Dios. Porque dice: en el tiempo favorable te escuché. Y en el día de la salvación te ayudé. Mirad, ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación[2].

En una visión cristiana de la vida, cada momento es favorable y cada día es día de salvación, pero la liturgia de la Iglesia —comenta el Santo Padre— refiere estas palabras de un modo totalmente especial al tiempo de Cuaresma[3]. Las semanas que nos disponemos a recorrer son especialmente aptas para acercarnos una vez más al Señor, atraídos por su gracia. Pidamos al Espíritu Santo que nos haga descubrir la seriedad de esta llamada, de modo que no pasen estos días por nuestra alma —así escribió San Josemaría— como pasa el agua sobre las piedras, sin dejar rastro[4]. Digámosle al Señor: me dejaré empapar, transformar; me convertiré, me dirigiré de nuevo al Señor, queriéndole como Él desea ser querido[5].

No pensemos sólo en la conversión de un pecador, que decide abrirse a la gracia, pasando de la muerte espiritual a la Vida con mayúscula. Son también cambios cotidianos los que llevan a una mujer o a un hombre cristiano a aproximarse más a Dios, a participar con mayor intensidad de la vida de Cristo mediante la frecuencia de sacramentos, a cultivar el espíritu de oración, a ponerse al servicio concreto y efectivo del bien espiritual y material de los demás. Como explica Benedicto XVI, conversión es ir contracorriente, donde la "corriente" es el estilo de vida superficial, incoherente e ilusorio que a menudo nos arrastra, nos domina y nos hace esclavos del mal o, en cualquier caso, prisioneros de la mediocridad moral. Con la conversión, en cambio, aspiramos a la medida alta de la vida cristiana, nos adherimos al Evangelio vivo y personal, que es Jesucristo[6].

En la Iglesia, el Señor nos ha concedido muchos caminos, muchos modos de impulsar las sucesivas conversiones personales, tan necesarias en la existencia cristiana. Recordemos, con palabras de San Josemaría, que esas mudanzas espirituales han de efectuarse perseverantemente, e incluso muchas veces a lo largo de una misma jornada: ¿Recomenzar? ¡Sí!: cada vez que haces un acto de contrición —y a diario deberíamos hacer muchos—, recomienzas, porque das a Dios un nuevo amor[7]. ¿Pensamos con frecuencia que Dios nos espera en ese instante? ¿Nos detenemos a razonar: qué quieres, Señor, de mí? ¿Nos mueve el afán de acercarnos más y más a Jesucristo?

Sin embargo, deseo referirme ahora a algunos modos específicos de reencaminarse hacia la amistad con la Trinidad Santísima: los cursos de retiro espiritual, que en muchos sitios se incrementan durante la Cuaresma. Como resulta evidente, no se nos ofrecen exclusivamente en estas semanas; pero la liturgia del tiempo, con su urgente llamada a la mudanza de vida, invita a muchos cristianos a asistir en estas fechas a alguna de esas actividades. Lo mismo cabe decir de los retiros mensuales, que ocupan un lugar importante entre los medios de formación espiritual que la Prelatura facilita a millares de personas en el mundo entero.

San Josemaría hacía observar que esta práctica espiritual es algo común en la Iglesia desde los primeros siglos: siempre que una persona buscaba prepararse para una misión, o, simplemente, notaba la urgencia de corresponder con mayor entrega a los toques de la gracia, procuraba intensificar su trato con el Señor. Retiros los hacían ya los primeros cristianos. Después de la Ascensión de Cristo al Cielo encontramos a los Apóstoles y a un grupo numeroso de fieles reunidos dentro del Cenáculo, en compañía de la Virgen Santísima, esperando la efusión del Paráclito que Jesús les había prometido. Allí los halla el Espíritu Santo perseverantes unanimiter in oratione (Hch 1, 14), metidos en la oración.

De igual modo se comportaron aquellas almas que en la primitiva cristiandad, sin apartarse de la vida de los otros, se entregaban a Dios en sus casas; y los anacoretas que marchaban a los desiertos, para dedicarse en soledad al trato con Dios... ¡y al trabajo! (...). Todos los cristianos que se han preocupado sinceramente por su alma, han hecho de un modo u otro sus retiros. Porque se trata de una práctica cristiana[8].

Desde los primeros años de la Obra, nuestro Fundador concedió gran importancia a esos tiempos dedicados exclusivamente a la oración y al examen, que resultan muy necesarios para mantener vibrante la vida interior. ¿Qué haremos tú y yo en estos días de retiro?, se preguntaba en una ocasión; y respondía: tratar mucho al Señor, buscarle, como Pedro, para mantener una conversación íntima con Él. Fíjate bien que digo conversación: diálogo de dos, cara a cara, sin esconderse en el anonimato. Necesitamos de esa oración personal, de esa intimidad, de ese trato directo con Dios Nuestro Señor[9].

En el comienzo de su Pontificado, Benedicto XVI volvía a recomendar los días de retiro espiritual, particularmente los que se hacen en completo silencio[10]. Y en el tradicional Mensaje para la Cuaresma de este año, refiriéndose al Evangelio del segundo domingo, el de la Transfiguración del Señor, insiste: es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: Él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cfr. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor[11].

Para sacar fruto de estos medios de formación y transformación, como nuestro Padre los definía, es preciso recoger los sentidos y las potencias; sin esta tarea resulta muy difícil —por no decir imposible— descubrir las luces que el Paráclito enciende en el alma y escuchar su voz, que nos sugiere puntos de lucha concretos para seguir de cerca a Jesucristo y caminar a su paso.

Por eso, hijas e hijos míos, os recomiendo que no descuidéis este aspecto —el silencio— en los retiros mensuales y anuales, con la necesaria adaptación a las circunstancias concretas de quienes asisten a esos medios de formación. No es lo mismo, en efecto, que vayan gentes que tienen ya una cierta familiaridad con las cosas del espíritu, que personas que están dando los primeros pasos en la vida cristiana. Como el administrador fiel y prudente de que habla el Evangelio, hay que saber dar la ración adecuada a la hora debida[12].

Por eso, atendiendo al desarrollo de las diversas labores apostólicas y a las personas que acuden, conviene organizar esos días de retiro ponderando con sentido sobrenatural las situaciones concretas de los asistentes, aunque esto comporte la necesidad de multiplicar su número. Por la misma razón, como nos inculcó siempre nuestro Fundador, no se dejan de impartir los retiros, los Círculos, etc., aunque lleguen menos personas de las que se habían previsto inicialmente: aunque se presente sólo una.

En definitiva, como leemos en Surco, los días de retiro han de ser un tiempo de recogimiento para conocer a Dios, para conocerte y así progresar. Un tiempo necesario para descubrir en qué y cómo hay que reformarse: ¿qué he de hacer?, ¿qué debo evitar?[13]. En esos días, nos dice también San Josemaría, tu examen debe tener más hondura y más extensión que el tiempo habitual nocturno. —Si no, pierdes una gran ocasión de rectificar[14].

La liturgia de la Cuaresma facilita materia abundante de meditación, como pone de relieve el Santo Padre en su mensaje. La escena de las tentaciones de Jesucristo en el desierto, que leemos en el primer domingo, nos recuerda que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con Él, una lucha "contra los dominadores de este mundo tenebroso" (Ef 6, 12), en el que el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor[15]. Por eso hemos de considerar si nos preparamos para este combate, acudiendo con confianza a los medios sobrenaturales. San Josemaría nos proponía seguir una táctica muy sobrenatural: sostienes la guerra —las luchas diarias de tu vida interior— en posiciones, que colocas lejos de los muros capitales de tu fortaleza.

Y el enemigo acude allí: a tu pequeña mortificación, a tu oración habitual, a tu trabajo ordenado, a tu plan de vida: y es difícil que llegue a acercarse hasta los torreones, flacos para el asalto, de tu castillo. —Y si llega, llega sin eficacia[16].

En el siguiente domingo escucharemos la voz del Padre celestial que, señalando a Cristo, nos dice: Éste es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escuchadle[17]. Hemos de esforzarnos más para descubrir, en los ratos de oración personal, lo que el Señor nos dice a cada uno, para ponerlo en práctica. Y ver cómo nos apoyamos en la gracia que nos viene de los sacramentos, y también en los consejos recibidos en la dirección espiritual personal.

Al llegar el tercer domingo de Cuaresma, el 27 de marzo, la liturgia nos presenta la petición de Jesús a la samaritana: "Dame de beber" (Jn 4, 7), que (...) expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del "agua que salta hasta la vida eterna" (ibid., 14)[18]. Descubramos la llamada a tener siempre presente que nosotros, discípulos suyos, hemos de llevar su luz y su gracia a todas partes; sobre todo, ayudando a nuestros amigos y parientes a reconciliarse con Dios acudiendo al sacramento de la Penitencia; y, también, invitándolos a participar en algún retiro o curso de retiro espiritual en estas semanas.

Nos acercamos a la solemnidad de San José, Patrono de la Iglesia y de la Obra. Preparémonos para renovar el día 19, con agradecimiento y alegría, nuestro compromiso de amor con el Señor en la Obra, y para rogar con confianza al Santo Patriarca que obtenga de Dios la gracia de que muchos hombres y mujeres, de todas las edades y condiciones, se decidan a seguir a Jesucristo en el Opus Dei.

Además, ese día se cumple otro aniversario de la ejecución solemne de la Bula Ut sit, con la que el muy querido Juan Pablo II erigió el Opus Dei en prelatura personal, determinando la cooperación orgánica de sacerdotes y laicos para llevar a cabo la inspiración que el Señor puso en el alma de San Josemaría el 2 de octubre de 1928. Tenemos la obligación de ser muy fieles, con la conciencia de que el Espíritu Santo ha querido esta figura en el Concilio Vaticano II, abriendo el cauce a necesidades pastorales de la Iglesia.

El día 28 se cumple un nuevo aniversario de la ordenación sacerdotal de nuestro Padre. Demos muchas gracias a la Trinidad Beatísima porque cada uno de nosotros es verdaderamente hijo de la respuesta de nuestro Fundador para recibir el sacerdocio de Cristo. Sin su aceptación generosa, total, del querer divino, no habría Opus Dei en la Iglesia. La fundación de la Obra se alza como contestación a la pregunta —¿por qué me hago sacerdote?—, que nuestro Padre se formulaba durante sus años en el seminario de Zaragoza, y que fundamenta la razón más profunda de su determinación de emprender y continuar ese camino.

Recemos, acudiendo a su intercesión, para que en todos los países aumente el número de vocaciones sacerdotales: hombres fieles, enamorados de Dios, que se dediquen con gozo al servicio de las almas, con plena fidelidad al Papa y en unión estrechísima con sus respectivos Obispos diocesanos. Y que tampoco en la Obra falten los sacerdotes necesarios para atender las labores apostólicas que el Señor nos reclama. A la vez, insistamos a la Santísima Trinidad para que todos los católicos, hombres y mujeres, alimentemos el alma sacerdotal que el Cielo ha puesto en cada una, en cada uno.

No ceséis de rezar por el Papa y por sus colaboradores; especialmente, durante la primera semana de Cuaresma, cuando en la Curia Romana se predican los ejercicios espirituales. También nosotros aprovecharemos esas fechas para nuestro curso de retiro anual. Espero con verdadera ilusión que me acompañéis espiritualmente durante esos días; no me importa deciros que cotidianamente invoco al Señor para que ninguna ni ninguno desperdicie el torrente de gracia que Dios nos concede en esos medios.

Con todo cariño, os bendice

vuestro Padre

+ Javier

Roma, 1 de marzo de 2011.

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Carta del prelado marzo de 2011



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Carta de Pepe Alonso para el mes de Marzo






Carta de Pepe Alonso para el mes de Marzo

Miami, marzo del 2011

Familia:

Este próximo día nueve (9) principia la Cuaresma. Repasemos brevemente su contenido.

Comienza con el Miércoles de Ceniza que es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia invita a la conversión del corazón y que se extenderán hasta la Misa Vespertina del Jueves Santo. ¿estas preparado para vivirla intensamente? Te refresco algunos datos importantes

El miércoles nueve oiremos las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio"

¿Sabes cual es su origen? Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.

En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.

En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.]

También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.

Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos de año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.

La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer cambiar y mejorar, de querer tener una amistad mas personal con Dios. Las cenizas no son algo mágico, no te cambian por si mismas. Evita tantas supersticiones que se han fabricado a este respecto

Recuerda que el miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los catorce años y el ayuno de los dieciocho hasta los cincuenta y nueve años de edad. El ayuno consiste hacer una sola comida fuerte al día (no un banquetazo) y la abstinencia es no comer carne. Este es otro modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.

La vida de oración es condición indispensable para el encuentro con Dios. En la oración, si el creyente ingresa en el diálogo íntimo con el Señor, deja que la gracia divina penetre su corazón y, a semejanza de Santa María, se abre la oración del Espíritu cooperando a ella con su respuesta libre y generosa. En estos días cuaresmales te invito a intensificar tu tiempo de oración personal.

Asimismo, también debemos intensificar la escucha y la meditación atenta a la Palabra de Dios, que nos ayudan a vivir más intensamente la dinámica cuaresmal.

La mortificación y la renuncia en las circunstancias ordinarias de nuestra vida, también constituyen un medio concreto para vivir el espíritu de Cuaresma. No se trata tanto de crear ocasiones extraordinarias, sino más bien, de saber ofrecer aquellas circunstancias cotidianas que nos son molestas, de aceptar con humildad, gozo y alegría, los distintos contratiempos que se nos presentan a diario. De la misma manera, el saber renunciar a ciertos gustos legítimos nos ayuda a vivir el desapego y desprendimiento. Ejemplos: menos televisión, menos bla bla bla en el teléfono, etc.

La Reconciliación con Dios está integrada por el Arrepentimiento, la Confesión de nuestros pecados, la Penitencia y finalmente la Conversión.

La Reconciliación (también llamado confesión), que como su nombre mismo nos dice, representa reconciliarnos con Dios y sin reconciliarnos con Dios y convertirnos internamente, no podremos seguirle adecuadamente.

El arrepentimiento debe ser sincero, reconocer que las faltas que hemos cometido (como decimos en el Yo Pecador: en pensamiento, palabra, obra y omisión), no las debimos realizar y que tenemos el firme propósito de no volverlas a cometer.

La confesión de nuestros pecados es irremplazable, ya que el arrepentimiento de nuestras faltas, por sí mismo no las borra, sino que necesitamos para ello la gracia de Dios, la cual llega a nosotros por la absolución de nuestros pecados expresada por el sacerdote en la confesión.

La penitencia que debemos cumplir empieza desde luego por la que nos imponga el sacerdote en el Sacramento de la Reconciliación, pero debemos continuar con la oración, que es la comunicación íntima con Dios, con el ayuno, que además del que manda la Iglesia en determinados días, es la renuncia voluntaria a diferentes gustos con la intención de agradar a Dios y con la caridad hacia el prójimo.

Y finalmente la Conversión que es ir hacia delante, es el seguimiento a Jesús.

De entre las distintas prácticas cuaresmales que nos propone la Iglesia, la vivencia de la caridad ocupa un lugar especial. Así nos lo recuerda San León Magno: "Estos días cuaresmales nos invitan de manera apremiante al ejercicio de la caridad; si deseamos llegar a la Pascua santificados en nuestro ser, debemos poner un interés especialísimo en la adquisición de esta virtud, que contiene en si a las demás y cubre multitud de pecados".

Esta vivencia de la caridad debemos vivirla de manera especial con aquél a quien tenemos más cerca, en el ambiente concreto en el que nos movemos. Así, vamos construyendo en el otro "el bien más precioso y efectivo, que es el de la coherencia con la propia vocación cristiana".

Estos cuarenta días debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender a donde vamos, de analizar como es nuestro comportamiento con nuestra familia y en general con todos los seres que nos rodean.

Para terminar estas líneas te ofrezco un "memorándum" o recordatorio, de las mas importantes actitudes que debes tomar, no solamente en estos días cuaresmales, sino a su ves, el resto de tus días. Te invito a recortar esta lista y a pegarla en un lugar visible. donde la puedas repasar cada días.

Católico, acuérdate que tienes hoy: Un Dios que glorificar. Un Jesús que imitar. La Virgen y Santos a quienes rogar. Ángeles buenos que honrar. Un alma que salvar. Un cuerpo que mortificar. Pecados que expiar. Virtudes que practicar. Un paraíso que ganar. Un infierno que evitar. Un tiempo que aprovechar. Una eternidad que meditar. Prójimos que edificar. Un mundo que temer. Demonios que combatir. Pasiones que domar. Tal vez la muerte que sufrir. Y una extensa cuenta que rendir.

Pues bien, espero que todo lo anterior nos sirva para ponernos ya en la sintonía correcta con los días que se nos avecinan.

Quiero recordarles que esta Misión EWTN se mantiene cumpliendo en llevar el Esplendor de la Verdad hasta los confines de la tierra, gracias a tu apoyo, tanto espiritual como a su vez económico.

Somos conscientes que todos estamos atravesando por tiempos de crisis económicas muy serias, pero ahora es cuando, mas que nunca debemos recordar las palabras del mismo Jesús; "Mayor felicidad hay en dar que en recibir." Hechos 20, 35 Dios derramará toda clase de bendiciones sobre tu y los tuyos por todo lo que hagas por nosotros.

Tu hermano en Cristo Jesús y María.
Pepe Alonso


Nuestra de en vivo de marzo de 2011


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viernes, 4 de marzo de 2011

Obras son amores

Al divisar de lejos una higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba algún fruto, pero no había más que hojas; porque no era la época de los higos.

Dios se acerca a nosotros buscando buenas obras en la enfermedad, en el trabajo normal, igual en situaciones en que se nos acumulan muchos quehaceres como cuando todo está ordenado y tranquilo, tanto en momentos de cansancio como en días de vacaciones, en el fracaso, en la ruina económica si el Señor la permite y en la abundancia... Son precisamente esas circunstancias las que pueden y deben dar fruto; distinto quizá, pero inmejorable y espléndido.

En todas las circunstancias debemos encontrar a Dios, porque Él nos da las gracias convenientes. "También tú -comenta San Beda- debes guardarte de ser árbol estéril, para poder ofrecer a Jesús, que se ha hecho pobre, el fruto del que tiene necesidad" (2). Él quiere que le amemos siempre con realidades, en cualquier tiempo, en todo lugar, cualquiera que sea la situación que atraviese nuestra vida. ¿Procuramos dar fruto ahora, en el momento, edad y circunstancias en los que nos encontramos? ¿Esperamos situaciones más favorables para llevar a nuestros amigos a Dios?

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