jueves, 7 de junio de 2012

Alma de Oración





Ser ALMA DE ORACION es tratar a Dios, como se trata a un amigo. Orar es "hablar"con DIOS.

Transcribo lo que dice San Josemaria en el punto N.91 de "CAMINO":

"Me has escrito: orar, es hablar con Dios. Pero de qué?

De qué? De El, de tí: alegrías, tristezas, exitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias... flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio.

En dos palabras: conocerle y conocerte; "tratarse !"

Y en el punto 90, dice:

"Que no sabes orar? Ponte en la presencia de Dios y en cuanto comiences a decir "Señor, "que no sé hacer oración!...."

está seguro de que has empezado a hacerla"


@cavired

martes, 5 de junio de 2012

Carta de Pepe Alonso para el mes de Junio






Miami, junio del 2012
Familia.
Casi sin darnos cuenta hemos llegado al sexto mes del año, la mitad del camino.
Y, precisamente, haciendo un “alto en el camino” nos convendría meditar un poco en ¿hacia donde nos llevara el resto del sendero de la vida?.
Muchas veces, absortos por tantas preocupaciones e inquietudes, nos olvidamos de las cosas verdaderamente esenciales de la vida y perdemos a menudo la brújula y el sentido de nuestra existencia. Hacemos muchas cosas y nos afanamos en una y mil actividades sin reparar en el porqué o para qué de todo aquello.
“¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?”.
Es ésta una de las preguntas que atraviesan de polo a polo la historia de la humanidad y ante la cual nadie puede quedar indiferente.
¡Tenemos unos cuantos años para vivir en este mundo, y casi siempre dejamos de lado lo principal! ¿Qué es lo principal en esta vida? Dios, tu vida de gracia, tus valores morales y espirituales, la familia, los hijos y la total armonía con Dios y con tu prójimo. Las riquezas y los placeres materiales nos suelen fascinar tanto; el trabajo y otras obligaciones secundarias nos absorben tan en demasía que lo principal siempre se queda a un lado... ¡Así agotamos nuestra vida y olvidamos lo esencial!
Recuerda que la vida pasa demasiado rápido y que la muerte nos llega de sorpresa, inesperadamente. Cuando la puerta de esta vida se cierra para nosotros, de nada valdrán las lamentaciones.... Piensa en esto por un momento y no pases de largo ante esta oportunidad de replantear tu camino.
Dios nos ofrece continuamente oportunidades para reorientar los pasos. Vivamos el Tiempo Ordinario como un tiempo para edificar y madurar nuestra relación con el Señor.
Ordinario no significa de poca importancia, aburrido, insulso, incoloro. Sencillamente, con este nombre se le quiere distinguir de los “tiempos fuertes”, que son el ciclo de Pascua y el de Navidad con su preparación y su prolongación.
Es el tiempo más antiguo de la organización del año cristiano. Y además, ocupa la mayor parte del año: 33 ó 34 semanas, de las 52 que hay.
El tiempo del Año litúrgico que no tiene un carácter propio (Adviento Navidad, Cuaresma y Pascua). En este tiempo no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo.
Durante el tiempo ordinario se celebran numerosas fiestas tanto del Señor como de la Virgen y de los Santos.
Este Tiempo Ordinario es una novedad de la reforma postconciliar ya que antes era llamado domingos después de Epifanía y domingos después de Pentecostés y también “domingos verdes” por el color litúrgico que se emplea.
No puedo ocultar que le tengo simpatía al Tiempo Ordinario. Cuando después de las fiestas de Navidad desembocamos en las primeras semanas de tiempo "normal", me parece que de algún modo llegamos a un respiro psicológico. Cuando termina la Cuaresma y la Pascua, con su tensión y su insistente énfasis, resulta pedagógico reanudar la serie de los domingos más "tranquilos" del Tiempo Ordinario.
No quisiera creer que mi subconsciente me juega una mala pasada, y que lo que pasa es que no quiero tiempos exigentes que me obliguen a vivir intensamente. Me parece que, aparte de la necesaria sucesión psicológica de tiempos fuertes y normales, el Tiempo Ordinario tiene una riqueza propia y unos valores interesantes que también cuentan en la vida espiritual.
1. El Tiempo Ordinario responde sencillamente a la vida normal. Es bueno que después de un espacio de fiesta sigan otros más sencillo. No todo el año puede ser Pascua ni "ejercicios espirituales". La vida cotidiana también tiene sus ventajas. En los tiempos fuertes se puede decir que nos vemos "obligados a celebrar" y hay "el deber de ser felices" (feliz Navidad... feliz Pascua). Ahora celebramos nada más -y nada menos- que eso: que somos cristianos, que formamos la comunidad de los salvados y vivimos la vida como continua historia de salvación. Los domingos verdes son los días en que "sólo" pasa eso: que es domingo.
2. El Tiempo normal es también el tiempo de la maduración. Acabamos de celebrar el misterio central: la Pascua. Y seguramente lo hemos hecho con intensidad y acentos de fiesta. Pero ahora se nos ofrece un espacio sosegado para ir asimilando ese misterio de Cristo. No es un tiempo estéril: la semilla fructifica en la tranquilidad. Una cosa es celebrar festivamente la Pascua y otra vivir la Pascua -que es lo mismo que vivir el Evangelio- en la vida de cada día, interiorizando, madurando en el misterio de Cristo.
3. Estos meses de Tiempo Ordinario nos invitan a vivir el misterio de Cristo en su totalidad. La Navidad nos hizo celebrar la Encarnación y sus primeras manifestaciones. La Pascua, el misterio de la Muerte y de la Glorificación del Señor. El Tiempo Ordinario nos va presentando pausadamente la vida, las palabras, los gestos, la persona de Cristo, y así va iluminando nuestra existencia e interpelando nuestra vida cristiana.
El Tiempo Ordinario tiene su gracia particular que hay que pedir a Dios y buscarla con toda la ilusión de nuestra vida: así como en este Tiempo Ordinario vemos a un Cristo ya maduro, responsable ante la misión que le encomendó su Padre, le vemos crecer en edad, sabiduría y gracia delante de Dios su Padre y de los hombres, le vemos ir y venir, desvivirse por cumplir la Voluntad de su Padre, brindarse a los hombres…así también nosotros en el Tiempo Ordinario debemos buscar crecer y madurar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, y sobre todo, cumplir con gozo la Voluntad Santísima de Dios. Esta es la gracia que debemos buscar e implorar de Dios durante estas semanas del Tiempo Ordinario.
Crecer. Crecer. Crecer. El que no crece, se estanca, se enferma y muere. Debemos crecer en nuestras tareas ordinarias: matrimonio, en la vida espiritual, en la vida profesional, en el trabajo, en el estudio, en las relaciones humanas. Debemos crecer también en medio de nuestros sufrimientos, éxitos, fracasos. ¡Cuántas virtudes podemos ejercitar en todo esto! El Tiempo Ordinario se convierte así en un gimnasio auténtico para encontrar a Dios en los acontecimientos diarios, ejercitarnos en virtudes, crecer en santidad…y todo se convierte en tiempo de salvación, en tiempo de gracia de Dios. ¡Todo es gracia para quien está atento y tiene fe y amor!
El espíritu del Tiempo Ordinario queda bien descrito de esta manera: “En ti vivimos, nos movemos y existimos; y todavía peregrinos en este mundo, no sólo experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor, sino que poseemos ya en prenda la vida futura, pues esperamos gozar de la Pascua eterna, porque tenemos las primicias del Espíritu por el que resucitaste a Jesús de entre los muertos”.
Les invito a aprovechar este Tiempo Ordinario con gran fervor, con esperanza, creciendo en las virtudes teologales. Es tiempo de gracia y salvación. Encontraremos a Dios en cada rincón de nuestro día. Basta tener ojos de fe para descubrirlo, no vivir miopes y encerrados en nuestro egoísmo y problemas. Dios va a pasar por nuestro camino. Y durante este tiempo miremos a ese Cristo apóstol, que desde temprano ora a su Padre, y después durante el día se desvive llevando la salvación a todos, terminando el día rendido a los pies de su Padre, que le consuela y le llena de su infinito amor, de ese amor que al día siguiente nos comunicará a raudales. Si no nos entusiasmamos con el Cristo apóstol, lleno de fuerza, de amor y vigor…¿con quién nos entusiasmaremos?
Cristo, déjanos acompañarte durante este Tiempo Ordinario, para que aprendamos de ti a cómo comportarnos con tu Padre, con los demás, con los acontecimientos prósperos o adversos de la vida. Vamos contigo, ¿a quién temeremos? Queremos ser santos para santificar y elevar a nuestro mundo.
Les recuerdo que, si EWTN te ayuda en alguna manera a vivir mejor tu Fe, nos apoyes con tus oraciones así como con tu ayuda económica. Tu contribución será bendecida en donde mas lo necesites. Dios lo sabe.
Ewtn
@cavired

Amor para siempre

El amor puede ser para siempre si se lo hace madurar, dice el Papa

Pero surge la duda de si ese ideal de amor y entrega es verdaderamente realizable. De eso habló el Benedicto XVI el día anterior, durante la fiesta con las familias en el mismo parque, cuando contestó a preguntas formuladas por los asistentes. Una de ellas la hizo una pareja de novios de Madagascar, a la que no le convencen los modelos familiares que dominan en Occidente, aunque también son conscientes de que muchas costumbres tradicionales africanas han de ser superadas.

Estos novios desean casarse pero reconocen que “hay una palabra que más que ninguna otra nos atrae y al mismo tiempo nos asusta: el para siempre”.

El Papa respondió que en Occidente, desde el siglo XIX, con la emancipación de la persona, el matrimonio ya no está basado sobre el acuerdo entre familias, sino en la propia elección: el enamoramiento lleva al noviazgo y de ahí al matrimonio. Se pensó que el amor garantizaba el “para siempre”, porque el amor es absoluto. Pero la realidad es que “el enamoramiento es bello, pero quizá no siempre perpetuo, como ocurre con el sentimiento: no permanece para siempre”.

El sentimiento del amor “debe ser purificado, debe recorrer un camino de discernimiento, deben entrar en juego también la razón y la voluntad”. “En el rito del matrimonio –recordó el Papa– la Iglesia no dice: ¿Estás enamorado?, sino ¿Quieres?, ¿Estás decidido?. Es decir, el enamoramiento debe convertirse en verdadero amor involucrando a la voluntad y a la razón en un camino, que es el del noviazgo, de purificación, de mayor profundidad, de modo que realmente todo el hombre, con todas sus capacidades, con el discernimiento de la razón, con la fuerza de voluntad, dice: Sí, esta es mi vida”.

Benedicto XVI evocó luego las bodas de Caná. “El primer vino que se sirve es estupendo: es el enamoramiento. Pero no dura hasta el final: debe venir un segundo vino, es decir, debe fermentar y crecer, madurar. Un amor definitivo que llega a ser el segundo vino es más bello, mejor que el primero. Y es esto lo que debemos buscar”.

Y aquí es importante también que la pareja no permanezca aislada. En la comunión de vida con otros, con familias que se apoyan unas a otras, en la parroquia, con los amigos, con Dios mismo, se elabora “un vino que dura para siempre”.

Aceprensa

@cavired