martes, 5 de junio de 2012

Amor para siempre

El amor puede ser para siempre si se lo hace madurar, dice el Papa

Pero surge la duda de si ese ideal de amor y entrega es verdaderamente realizable. De eso habló el Benedicto XVI el día anterior, durante la fiesta con las familias en el mismo parque, cuando contestó a preguntas formuladas por los asistentes. Una de ellas la hizo una pareja de novios de Madagascar, a la que no le convencen los modelos familiares que dominan en Occidente, aunque también son conscientes de que muchas costumbres tradicionales africanas han de ser superadas.

Estos novios desean casarse pero reconocen que “hay una palabra que más que ninguna otra nos atrae y al mismo tiempo nos asusta: el para siempre”.

El Papa respondió que en Occidente, desde el siglo XIX, con la emancipación de la persona, el matrimonio ya no está basado sobre el acuerdo entre familias, sino en la propia elección: el enamoramiento lleva al noviazgo y de ahí al matrimonio. Se pensó que el amor garantizaba el “para siempre”, porque el amor es absoluto. Pero la realidad es que “el enamoramiento es bello, pero quizá no siempre perpetuo, como ocurre con el sentimiento: no permanece para siempre”.

El sentimiento del amor “debe ser purificado, debe recorrer un camino de discernimiento, deben entrar en juego también la razón y la voluntad”. “En el rito del matrimonio –recordó el Papa– la Iglesia no dice: ¿Estás enamorado?, sino ¿Quieres?, ¿Estás decidido?. Es decir, el enamoramiento debe convertirse en verdadero amor involucrando a la voluntad y a la razón en un camino, que es el del noviazgo, de purificación, de mayor profundidad, de modo que realmente todo el hombre, con todas sus capacidades, con el discernimiento de la razón, con la fuerza de voluntad, dice: Sí, esta es mi vida”.

Benedicto XVI evocó luego las bodas de Caná. “El primer vino que se sirve es estupendo: es el enamoramiento. Pero no dura hasta el final: debe venir un segundo vino, es decir, debe fermentar y crecer, madurar. Un amor definitivo que llega a ser el segundo vino es más bello, mejor que el primero. Y es esto lo que debemos buscar”.

Y aquí es importante también que la pareja no permanezca aislada. En la comunión de vida con otros, con familias que se apoyan unas a otras, en la parroquia, con los amigos, con Dios mismo, se elabora “un vino que dura para siempre”.

Aceprensa

@cavired

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