Miami, abril del 2011
Querida familia:
En plena cuaresma recordemos que este tiempo es una invitación a cambiar aquello que tenemos que cambiar en la búsqueda de ser mejores y mas felices, una invitación a construir en vez de destruir y a mirar y volver hacia formas de vida más más humanas, pero sobre todo, mas cristianas. Quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones sobre lo nada fácil que resulta en estos días el poder lograr lo anterior. Vivimos tiempos en que, muchas veces, sin darnos cuenta, podemos ser "contaminados" por corrientes de pensamiento que se han esparcido por la sociedad, y en cierta forma aun en miembros de la Iglesia. Una de estas plagas es la que el Papa Benedicto XVI nos alerta constantemente:el Secularismo "agresivo". El término viene de "saeculum" en contraposición a "religio", para indicar la diferencia entre el mundo de Dios y el mundo sin Dios. Dice el Papa que cuando "se excluye a Dios de la vida publica se llega a una visión sesgada del hombre y de la sociedad". En otras palabras es la ruptura entre fe y vida, como si que debiesen existir por separado, independientes, regidos por principios diversos y a veces hasta opuestos. Ya nos advertía el Concilio Vaticano II en la constitución Gaudium et Spes (n° 43): "El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época".
Hoy día una gran parte de la humanidad, incluso "cristianos" han sido seducidos por este canto de sirenas, que veladamente nos propone que nuestra vida hay que vivirla a plenitud en este mundo como si fuera nuestro único hogar, como si la vida eterna fuera ya algo pasado de moda. Nos hemos "mundanizado", amamos al mundo y lo que hay en el mundo, olvidando que nuestra alma, después de la muerte, tendrá un destino eterno, fuera de este mundo. Nos hemos anclado en este mundo, como si no hubiese nada más.
Creo que como antídoto para este veneno nos ayudaría grandemente recordar y meditar en lo que la Iglesia en la famosa formula que al inicio de la cuaresma, se nos dijo: "Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás", o, Arrepiéntete y cree en el evangelio.
Veamos: ¿Recuerdas las cenizas que recibiste hace semanas? Tienen un alto contenido simbólico en la Biblia. Nos recuerda, como hemos dicho, nuestra condición humana, hemos sido hechos, según el relato del Génesis, del polvo de la tierra (Gen 2, 7). Ciertamente, no sólo somos polvo de la tierra, pues tenemos el espíritu que Dios insufló en ese barro; pero, es fundamental que el hombre no olvide su condición mortal, su temporalidad. No se trata de angustiarse con el tema de la muerte, pues Dios no ha creado al hombre para la muerte sino para la vida; pero, el tener siempre presente nuestra condición finita nos puede ayudar a tomar conciencia que debemos "buscar las cosas de arriba" (Col 3, 1), a asumir con mayor responsabilidad nuestra vida presente. "En todas tus acciones ten presente tu fin, y así jamás cometerás pecado" (Eclesiástico 7, 36). No se trata, desde luego, que por temor a la muerte obremos bien y busquemos a Dios, pues Dios no quiere que le teman sino que le amen. Nuestro buen obrar no debe ser resultado de un temor al castigo sino consecuencia de nuestra conversión a Dios, de un corazón renovado.
La toma de conciencia de nuestra condición humana finita y pecadora nos debe llevar a una actitud humilde; de hecho, "humildad" viene de la palabra latina humus (que significa "tierra") en asociación a que hemos sido hechos del "polvo de la tierra". En el Antiguo Testamento encontramos muchos textos que expresan esa condición humana ( Gn 3, 19; Ecl 3, 20; Job 34, 14ss; Sal 104, 29). Considerarse ante Dios como "polvo y ceniza" es una bella forma de expresar la humildad, la condición de creatura ante la grandeza del creador. En efecto, Abraham, pretendiendo alcanzar el favor de Dios, se dirige a él con estas palabras: "Sé que a lo mejor es atrevimiento hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza" (Gn 3, 27). En la Biblia las cenizas también están asociadas a signos de penitencia, como expresión de arrepentimiento: "Por eso retiro mis palabras y hago penitencia sobre el polvo y la ceniza" (Job 42, 6). Los habitantes de Nínive se convierten ante la predicación del profeta Jonás y hasta el rey "se vistió de saco y se sentó sobre las cenizas" (Jon 3, 6).
El hombre es polvo y al polvo volverá, pero es polvo precioso a los ojos de Dios, porque Dios ha creado al hombre destinándolo a la inmortalidad. Así la fórmula litúrgica "Recuerda que eres polvo y al polvo volverás" encuentra la plenitud de su significado en referencia al nuevo Adán, Cristo. También el Señor Jesús quiso libremente compartir con cada hombre la suerte de a fragilidad, en particular a través de su muerte en cruz; pero precisamente esta muerte, llena de su amor por el Padre y por la humanidad, ha sido el camino para la resurrección gloriosa, a través de la cual Cristo se ha convertido en fuente de una gracia dada a cuantos creen en Él y son hechos partícipes de la misma vida divina.Esta vida que no tendrá fin está ya presente en la fase terrena de nuestra existencia, pero será llevada a cumplimiento tras la "resurrección de la carne" El pequeño gesto de la imposición de las cenizas nos revela la singular riqueza de su significado: es una invitación a recorrer el tiempo de Cuaresma como una inmersión más consciente y más intensa en el misterio pascual de Cristo, en su muerte y su resurrección, mediante la participación en la Eucaristía y en la vida de caridad, que de la Eucaristía nace y en la que encuentra su cumplimiento. Con la imposición de las cenizas renovamos nuestro compromiso de seguir a Jesús, de dejarnos transformar por su misterio pascual, para vencer el mal y hacer el bien, ara hacer morir nuestro "hombre viejo" ligado al pecado y hacer nacer al "hombre nuevo" transformado por la gracia de Dios.
La Cuaresma es el "camino de Dios", y va en sentido contrario a aquel al que trata de seducirnos el "mundo"; el "mundo", comprende aquí en el sentido de "principado de Satanás" (Jn 12, 31).
El Enemigo del hombre y de la verdad "homicida" y "mentiroso", como lo llama Jesús (Jn.8, 44)- primero nos encandila con los espejismos apetecibles del placer, pero después nos dirige y nos incita hacia la desesperación, la disgregación física, la muerte sin consolación: de la ilusión a la desilusión, ese es su recorrido.
Dios que nos ama, en cambio, nos lleva de nuestra oscuridad a su luz; nos mueve de la consideración amarga de nuestras culpas, del confesar y del llorar a la espera de un estado de felicidad sin fin, hacia el cual somos encaminados con la vida cristiana.
Frecuentemente nos vemos enfrentados nada menos que con el retorno de la vieja mentalidad pagana, por tanto no se distingue más al creyente del no creyente, y ahora se llega incluso a no hacer mucha diferencia entre los hombres y los animales.
Es urgente entonces que regresemos a la plena consciencia de nuestra dignidad y de nuestras riquezas. He aquí entonces el programa de esta Cuaresma.
Que en esta Cuaresma nos permita convertirnos de una conducta culpable o incluso solamente mediocre. Y nunca perdamos de vista que la cuaresma es el camino que nos conduce a la meta de toda vida, la Pascua de Resurrección, donde no solamente recordaremos la resurrección de Cristo, sino que nos afianzaremos en la fe de nuestra propia resurrección.
Termino esta breve reflexión con esta bella copla de Jorge Manrique a la muerte de su padre: Este mundo es el camino para el otro, que es morada sin pesar; mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar. Partimos cuando nacemos, andamos mientras vivimos, y llegamos al tiempo que fenecemos; así que cuando morimos descansamos.
La Iglesia nos invita, entre otras prácticas, a ser generosos, especialmente en estos días cuaresmales. EWTN está cumpliendo con la misión de lleva "El Esplendor de la Verdad" hasta el último rincón de la tierra, misión que solo es posible continuar si contamos con el apoyo espiritual y económico de cristianos que, como tu, se unan a esta causa desde sus hogares. Tu puedes ser un "amigo en misión" nuestro. Jesús nos dijo que "hay más felicidad en dar que en recibir" verdad que solo experimentamos cuando, como la viuda del evangelio (Marcos 12, 41 a 44) nos desprendemos no solo de lo superfluo sino aún de lo que creemos necesario.
En Cristo Jesús.
Pepe Alonso
Tomado de EWTN el 17 de abril de 2011
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