"Jesus, tu eres mi camino, ayudame a vecer los atajos, las trochas que me pierden en la mentira, que me ocultan la verdad y que me hacen perder la vida". Amen.
domingo, 30 de enero de 2011
sábado, 29 de enero de 2011
Carta del Prelado (enero 2011)
Carta del Prelado (enero 2011)
Haciéndose eco del mensaje del Santo Padre para el nuevo año, el Prelado del Opus Dei habla en su carta de enero de la libertad, necesaria para "amar a a Dios y por Él a todos los hombres".
2011/01/06
Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Desde la noche de Navidad, y repetidamente a lo largo de las jornadas siguientes, la liturgia pone en nuestros labios las palabras de un Salmo: cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, la tierra entera. Cantad al Señor, bendecid su Nombre; anunciad, día tras día, su salvación. Proclamad su gloria a las naciones, sus maravillas a todos los pueblos[1].
Esta reiterada invitación a la alegría tiene un motivo claro: el nacimiento del Hijo de Dios, que se ha hecho hombre sin dejar de ser Dios, para alcanzarnos la verdadera libertad. «Dios Padre, cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo Unigénito, que —por obra del Espíritu Santo— tomó carne en María siempre Virgen, para restablecer la paz, para que, redimiendo al hombre del pecado, adoptionem filiorum reciperemus (Gal 4, 5), fuéramos constituidos hijos de Dios, capaces de participar en la intimidad divina: para que así fuera concedido a este hombre nuevo, a esta nueva rama de los hijos de Dios (cfr. Rm 6, 4-5), liberar el universo entero del desorden, restaurando todas las cosas en Cristo (cfr. Ef 1, 9-10), que las ha reconciliado con Dios (cfr. Col 1, 20)»[2].
El Redentor nos ha traído, además de otros bienes innumerables, el gran don de la libertad, para poder servir a Dios por amor, movidos interiormente por el Espíritu Santo, que nos ha hecho «hijos en el Hijo»[3]. Por nuestra incorporación al Cuerpo místico de Cristo, se ha arrojado lejos de nosotros el temor que nos sujetaba a esclavitud. Como recuerda San Pablo: fuisteis llamados a la libertad (...). Para esta libertad Cristo nos ha liberado. Manteneos, por eso, firmes, y no os dejéis sujetar de nuevo bajo el yugo de la servidumbre[4].
San Josemaría, comentando unas palabras del Evangelio —veritas liberabit vos[5], la verdad os hará libres—, escribía: «¿Qué verdad es ésta, que inicia y consuma en toda nuestra vida el camino de la libertad? Os la resumiré, con la alegría y con la certeza que provienen de la relación entre Dios y sus criaturas: saber que hemos salido de las manos de Dios, que somos objeto de la predilección de la Trinidad Beatísima, que somos hijos de tan gran Padre. Yo pido a mi Señor que nos decidamos a darnos cuenta de eso, a saborearlo día a día: así obraremos como personas libres. No lo olvidéis: el que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima, y carece en su actuación del dominio y del señorío propios de los que aman al Señor por encima de todas la cosas»[6]. Recojo tantas consideraciones de nuestro Padre porque son como monedas de oro que el Señor pone en nuestras manos; saquemos todo el sentido que les daba quien sólo buscaba fomentar el seguimiento de Jesucristo y el servicio a la Iglesia Santa y a las almas. Sí, os vuelvo a sugerir: acudid más a este tesoro, que nos unirá hondamente al querer del Cielo.
La libertad de amar a Dios y, por Él, a todos los hombres, surge como una de las principales consecuencias de la filiación divina. Por eso hemos de defenderla, respetarla y promoverla en todos los órdenes de la existencia. Es éste el tema señalado para la Jornada Mundial de la Paz que se celebra hoy, primer día de enero. En su Mensaje, titulado La libertad religiosa, camino para la paz, Benedicto XVI dirige un vibrante llamamiento a los estadistas, a los líderes religiosos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para que promuevan y defiendan este bien grandísimo, propio de quienes han sido creados a imagen y semejanza de Dios, que —junto con el bien de la vida— constituye el fundamento más hondo de todos los derechos de la persona. «En efecto —escribe el Papa—, la apertura a la verdad y al bien, la apertura a Dios, enraizada en la naturaleza humana, confiere a cada hombre plena dignidad, y es garantía del respeto pleno y recíproco entre las personas. Por tanto, la libertad religiosa se ha de entender no sólo como ausencia de coacción, sino antes aún como capacidad de ordenar las propias opciones según la verdad»[7].
Nos viene a la memoria la apasionada defensa del don divino de la libertad, que San Josemaría llevó a cabo durante toda su vida. Muy claramente se manifiesta en su respuesta a la pregunta de un periodista. Decía nuestro Fundador: «el Opus Dei, desde que se fundó, no ha hecho nunca discriminaciones: trabaja y convive con todos, porque ve en cada persona un alma a la que hay que respetar y amar. No son sólo palabras; nuestra Obra es la primera organización católica que, con la autorización de la Santa Sede, admite como Cooperadores a los no católicos, cristianos o no. He defendido siempre la libertad de las conciencias. No comprendo la violencia: no me parece apta ni para convencer ni para vencer; el error se supera con la oración, con la gracia de Dios, con el estudio; nunca con la fuerza, siempre con la caridad»[8].
Desgraciadamente, el derecho civil a honrar y servir a Dios según el dictado de la propia conciencia, encuentra hoy grandes dificultades en muchos países. En no pocos lugares, como lamenta con dolor el Romano Pontífice, «los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe»[9]; una persecución que con frecuencia —hemos sido testigos de este hecho recientemente, una vez más— desemboca en el martirio. «En otras regiones —prosigue el Santo Padre—, se dan formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicio y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos»[10]. Ocurre incluso en naciones de mayoría y de tradición cristiana multisecular. Ante estos abusos del poder, ningún hombre y ninguna mujer honrados deben permanecer indiferentes. «Todo esto no se puede aceptar, porque constituye una ofensa a Dios y a la dignidad humana; además es una amenaza a la seguridad y a la paz, e impide la realización de un auténtico desarrollo humano integral»[11].
No penséis que la situación actual sea inédita. Quizá en nuestros días se manifiesta con mayor extensión y con matices nuevos, también porque las comunicaciones son más fáciles y rápidas, aunque no siempre en la opinión pública se atribuye a la intolerancia religiosa el relieve que merece. Pero no supone algo nuevo en la historia, como Jesús mismo advirtió: si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí (...). No es el siervo más que su señor. Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán. Si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra[12].
Había sido anunciado en el Antiguo Testamento. Escuchemos de nuevo a San Josemaría: «recordad el salmo segundo: ¿por qué se han amotinado las naciones, y los pueblos traman cosas vanas? Se han levantado los reyes de la tierra, y se han reunido los príncipes contra el Señor y contra su Cristo (Sal 2, 1-2). ¿Lo veis? Nada nuevo. Se oponían a Cristo antes de que naciese; se le opusieron, mientras sus pies pacíficos recorrían los senderos de Palestina; lo persiguieron después y ahora, atacando a los miembros de su Cuerpo místico y real. ¿Por qué tanto odio, por qué este cebarse en la cándida simplicidad, por qué este universal aplastamiento de la libertad de cada conciencia?»[13]. Pregunta que se han formulado innumerables personas a lo largo de los siglos. La respuesta nos la ofrece la Sagrada Escritura, especialmente el libro del Apocalipsis, que —con un lenguaje lleno de imágenes y símbolos— describe las luchas de la Iglesia en el curso de la historia, hasta que Jesucristo venga en su gloria para tomar posesión definitiva de su reino.
«¿Que hay muchos empeñados en comportarse con injusticia?», escribía San Josemaría. «Sí, pero el Señor insiste: pídeme, te daré las naciones en herencia, y extenderé tus dominios hasta los confines de la tierra. Los regirás con vara de hierro y como a vaso de alfarero los romperás (Sal 2, 8-9). Son promesas fuertes, y son de Dios: no podemos disimularlas. No en vano Cristo es Redentor del mundo, y reina, soberano, a la diestra del Padre»[14]. La oración es la primera exhortación del Papa en su Mensaje: «invito a los católicos a rezar por sus hermanos en la fe, que sufren violencias e intolerancias, y a ser solidarios con ellos»[15]. Dirijámonos al Señor, cada día, con verdadera fe y confianza, con una petición sincera por todos los que sufren persecución —larvada o descubierta— a causa de sus convicciones religiosas. Os invito a actuar así, sirviéndome de aquellas palabras del Señor que estaban con frecuencia en labios de nuestro Padre, y que en la Obra recitamos cada día: ut omnes unum sint![16]; que todos sean una sola cosa, por el amor a Dios y el respeto a quienes son imagen de Dios. Así podemos colaborar en «la construcción de un mundo en el que todos puedan profesar libremente su religión o su fe, y vivir su amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente (cfr. Mt 22, 37) »[17].
Para que este anhelo de fraternidad universal no se quede en un deseo inoperante, esmerémonos en tratar con la máxima comprensión y delicadeza a los demás católicos, a cada uno, amando todos los caminos que en el seno de la Iglesia conducen a Dios. Acordémonos del pasaje del Evangelio, que narra la intolerancia de algunos Apóstoles de Jesús —aún no había descendido sobre ellos el Espíritu Santo— ante las actuaciones de quienes no se contaban entre el número de los discípulos: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros. Jesús contestó: —No se lo prohibáis, porque no hay nadie que haga un milagro en mi nombre y pueda a continuación hablar mal de mí: el que no está contra nosotros, con nosotros está[18]. Nuestro Padre solía comentar así este pasaje: «hijos míos, no pongáis nunca obstáculos al trabajo apostólico de quienes trabajen por Jesucristo (...). A nosotros no nos molesta nadie. Nos da mucha alegría que todos trabajen: ¡que es un mar inmenso el mundo de las almas!, ¡que vosotros améis la labor de los demás! No nos estorba nadie»[19].
Actualmente, y siempre, una tarea de importancia capital consiste en enseñar a todos —especialmente a las jóvenes generaciones— a comportarse de esta manera. Por ejemplo, ¡qué gran labor pueden realizar un padre o una madre de familia con sus hijos, en el seno del hogar, con el ejemplo y con la enseñanza oportuna! Y lo mismo en la escuela, un profesor o una profesora con criterio cristiano. Y un amigo con sus amigos, en ese apostolado de amistad y confidencia que San Josemaría enseñó a realizar. Este es un modo eficacísimo de actuar, para desterrar «el fundamentalismo religioso y el laicismo», que son —como señala el Papa— «formas especulares y extremas del rechazo del legítimo pluralismo y del principio de laicidad»[20]. Con una acción capilar y constante, aunque pueda parecer de poca importancia, se da lugar a un fenómeno como el de la piedra caída en el lago, que produce círculos cada vez más amplios, cada vez más lejos[21]. ¿Rechazas las habladurías, por desgracia tan comunes? ¿Te ejercitas en la comprensión y, cuando resulta necesario, sabes hacer la corrección fraterna? ¿Respetas y no coartas el carácter de los otros?
Además, cada uno, en uso de su legítima libertad civil, procurará influir en las costumbres sociales y en las leyes con los medios honrados que tenga a su alcance, invitando a comprometerse en esta tarea de comprensión a otras personas que, aunque no tengan fe, son gentes de buena voluntad. Porque «la libertad religiosa no es patrimonio exclusivo de los creyentes, sino de toda la familia de los pueblos de la tierra. Es un elemento imprescindible de un Estado de derecho; no se puede negar sin dañar al mismo tiempo los demás derechos y libertades fundamentales, pues es su síntesis y su cumbre»[22].
Nos acercamos a un nuevo aniversario del nacimiento de nuestro Padre. En estas fechas, podemos hacerle el regalo de ser muy fieles a sus enseñanzas y de difundirlas, de modo que se extienda más y mejor el conocimiento de su figura y de sus escritos. Los que hemos vivido a su lado y le hemos tratado personalmente, podemos atestiguar la verdad de aquellas palabras que dejó escritas: «llevo toda mi vida predicando la libertad personal, con personal responsabilidad. La he buscado y la busco, por toda la tierra, como Diógenes buscaba un hombre. Y cada día la amo más, la amo sobre todas las cosas terrenas: es un tesoro que no apreciaremos nunca bastante»[23]. En el paso por la tierra y en las enseñanzas de este sacerdote enamorado de Dios —y, por tanto, de la libertad—, hallaremos puntos de contacto con las ansias de tantos amigos y compañeros que buscan el bien y la felicidad, y no los hallan, porque nadie les ha indicado dónde se encuentran.
Antes de terminar, deseo haceros partícipes de mi alegría por haber viajado a Bucarest, en Rumania, antes de Navidad. Las personas de la Obra que residen allí se desenvuelven gustosamente, con alegría, en medio de dificultades de espacio, del mínimo necesario de comodidad, como repetía nuestro Padre apoyándose en la doctrina de Santo Tomás de Aquino; y esa realidad lleva consigo muchos frutos de almas. Estuve sólo dos días, muy intensos, en los que pude tocar con la mano, una vez más, cómo el espíritu del Opus Dei arraiga en lugares de cultura y tradiciones diversísimas. Ayudadme a dar gracias a Dios y seguid pidiendo por la Iglesia y por el Papa, bien unidos a todas mis intenciones, ¡que son muchas!
Con todo cariño, os bendice y os desea un año 2011 lleno de frutos espirituales
vuestro Padre
+ Javier
Roma, 1 de enero de 2011.
http://www.opusdei.org.co/art.php?p=42116
Todos los meses - Cartas que el Prelado dirige a través de Internet a los fieles de la Prelatura.
http://www.opusdei.org.co/ssec.php?a=3753
Haciéndose eco del mensaje del Santo Padre para el nuevo año, el Prelado del Opus Dei habla en su carta de enero de la libertad, necesaria para "amar a a Dios y por Él a todos los hombres".
2011/01/06
Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Desde la noche de Navidad, y repetidamente a lo largo de las jornadas siguientes, la liturgia pone en nuestros labios las palabras de un Salmo: cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, la tierra entera. Cantad al Señor, bendecid su Nombre; anunciad, día tras día, su salvación. Proclamad su gloria a las naciones, sus maravillas a todos los pueblos[1].
Esta reiterada invitación a la alegría tiene un motivo claro: el nacimiento del Hijo de Dios, que se ha hecho hombre sin dejar de ser Dios, para alcanzarnos la verdadera libertad. «Dios Padre, cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo Unigénito, que —por obra del Espíritu Santo— tomó carne en María siempre Virgen, para restablecer la paz, para que, redimiendo al hombre del pecado, adoptionem filiorum reciperemus (Gal 4, 5), fuéramos constituidos hijos de Dios, capaces de participar en la intimidad divina: para que así fuera concedido a este hombre nuevo, a esta nueva rama de los hijos de Dios (cfr. Rm 6, 4-5), liberar el universo entero del desorden, restaurando todas las cosas en Cristo (cfr. Ef 1, 9-10), que las ha reconciliado con Dios (cfr. Col 1, 20)»[2].
El Redentor nos ha traído, además de otros bienes innumerables, el gran don de la libertad, para poder servir a Dios por amor, movidos interiormente por el Espíritu Santo, que nos ha hecho «hijos en el Hijo»[3]. Por nuestra incorporación al Cuerpo místico de Cristo, se ha arrojado lejos de nosotros el temor que nos sujetaba a esclavitud. Como recuerda San Pablo: fuisteis llamados a la libertad (...). Para esta libertad Cristo nos ha liberado. Manteneos, por eso, firmes, y no os dejéis sujetar de nuevo bajo el yugo de la servidumbre[4].
San Josemaría, comentando unas palabras del Evangelio —veritas liberabit vos[5], la verdad os hará libres—, escribía: «¿Qué verdad es ésta, que inicia y consuma en toda nuestra vida el camino de la libertad? Os la resumiré, con la alegría y con la certeza que provienen de la relación entre Dios y sus criaturas: saber que hemos salido de las manos de Dios, que somos objeto de la predilección de la Trinidad Beatísima, que somos hijos de tan gran Padre. Yo pido a mi Señor que nos decidamos a darnos cuenta de eso, a saborearlo día a día: así obraremos como personas libres. No lo olvidéis: el que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima, y carece en su actuación del dominio y del señorío propios de los que aman al Señor por encima de todas la cosas»[6]. Recojo tantas consideraciones de nuestro Padre porque son como monedas de oro que el Señor pone en nuestras manos; saquemos todo el sentido que les daba quien sólo buscaba fomentar el seguimiento de Jesucristo y el servicio a la Iglesia Santa y a las almas. Sí, os vuelvo a sugerir: acudid más a este tesoro, que nos unirá hondamente al querer del Cielo.
La libertad de amar a Dios y, por Él, a todos los hombres, surge como una de las principales consecuencias de la filiación divina. Por eso hemos de defenderla, respetarla y promoverla en todos los órdenes de la existencia. Es éste el tema señalado para la Jornada Mundial de la Paz que se celebra hoy, primer día de enero. En su Mensaje, titulado La libertad religiosa, camino para la paz, Benedicto XVI dirige un vibrante llamamiento a los estadistas, a los líderes religiosos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para que promuevan y defiendan este bien grandísimo, propio de quienes han sido creados a imagen y semejanza de Dios, que —junto con el bien de la vida— constituye el fundamento más hondo de todos los derechos de la persona. «En efecto —escribe el Papa—, la apertura a la verdad y al bien, la apertura a Dios, enraizada en la naturaleza humana, confiere a cada hombre plena dignidad, y es garantía del respeto pleno y recíproco entre las personas. Por tanto, la libertad religiosa se ha de entender no sólo como ausencia de coacción, sino antes aún como capacidad de ordenar las propias opciones según la verdad»[7].
Nos viene a la memoria la apasionada defensa del don divino de la libertad, que San Josemaría llevó a cabo durante toda su vida. Muy claramente se manifiesta en su respuesta a la pregunta de un periodista. Decía nuestro Fundador: «el Opus Dei, desde que se fundó, no ha hecho nunca discriminaciones: trabaja y convive con todos, porque ve en cada persona un alma a la que hay que respetar y amar. No son sólo palabras; nuestra Obra es la primera organización católica que, con la autorización de la Santa Sede, admite como Cooperadores a los no católicos, cristianos o no. He defendido siempre la libertad de las conciencias. No comprendo la violencia: no me parece apta ni para convencer ni para vencer; el error se supera con la oración, con la gracia de Dios, con el estudio; nunca con la fuerza, siempre con la caridad»[8].
Desgraciadamente, el derecho civil a honrar y servir a Dios según el dictado de la propia conciencia, encuentra hoy grandes dificultades en muchos países. En no pocos lugares, como lamenta con dolor el Romano Pontífice, «los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe»[9]; una persecución que con frecuencia —hemos sido testigos de este hecho recientemente, una vez más— desemboca en el martirio. «En otras regiones —prosigue el Santo Padre—, se dan formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicio y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos»[10]. Ocurre incluso en naciones de mayoría y de tradición cristiana multisecular. Ante estos abusos del poder, ningún hombre y ninguna mujer honrados deben permanecer indiferentes. «Todo esto no se puede aceptar, porque constituye una ofensa a Dios y a la dignidad humana; además es una amenaza a la seguridad y a la paz, e impide la realización de un auténtico desarrollo humano integral»[11].
No penséis que la situación actual sea inédita. Quizá en nuestros días se manifiesta con mayor extensión y con matices nuevos, también porque las comunicaciones son más fáciles y rápidas, aunque no siempre en la opinión pública se atribuye a la intolerancia religiosa el relieve que merece. Pero no supone algo nuevo en la historia, como Jesús mismo advirtió: si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí (...). No es el siervo más que su señor. Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán. Si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra[12].
Había sido anunciado en el Antiguo Testamento. Escuchemos de nuevo a San Josemaría: «recordad el salmo segundo: ¿por qué se han amotinado las naciones, y los pueblos traman cosas vanas? Se han levantado los reyes de la tierra, y se han reunido los príncipes contra el Señor y contra su Cristo (Sal 2, 1-2). ¿Lo veis? Nada nuevo. Se oponían a Cristo antes de que naciese; se le opusieron, mientras sus pies pacíficos recorrían los senderos de Palestina; lo persiguieron después y ahora, atacando a los miembros de su Cuerpo místico y real. ¿Por qué tanto odio, por qué este cebarse en la cándida simplicidad, por qué este universal aplastamiento de la libertad de cada conciencia?»[13]. Pregunta que se han formulado innumerables personas a lo largo de los siglos. La respuesta nos la ofrece la Sagrada Escritura, especialmente el libro del Apocalipsis, que —con un lenguaje lleno de imágenes y símbolos— describe las luchas de la Iglesia en el curso de la historia, hasta que Jesucristo venga en su gloria para tomar posesión definitiva de su reino.
«¿Que hay muchos empeñados en comportarse con injusticia?», escribía San Josemaría. «Sí, pero el Señor insiste: pídeme, te daré las naciones en herencia, y extenderé tus dominios hasta los confines de la tierra. Los regirás con vara de hierro y como a vaso de alfarero los romperás (Sal 2, 8-9). Son promesas fuertes, y son de Dios: no podemos disimularlas. No en vano Cristo es Redentor del mundo, y reina, soberano, a la diestra del Padre»[14]. La oración es la primera exhortación del Papa en su Mensaje: «invito a los católicos a rezar por sus hermanos en la fe, que sufren violencias e intolerancias, y a ser solidarios con ellos»[15]. Dirijámonos al Señor, cada día, con verdadera fe y confianza, con una petición sincera por todos los que sufren persecución —larvada o descubierta— a causa de sus convicciones religiosas. Os invito a actuar así, sirviéndome de aquellas palabras del Señor que estaban con frecuencia en labios de nuestro Padre, y que en la Obra recitamos cada día: ut omnes unum sint![16]; que todos sean una sola cosa, por el amor a Dios y el respeto a quienes son imagen de Dios. Así podemos colaborar en «la construcción de un mundo en el que todos puedan profesar libremente su religión o su fe, y vivir su amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente (cfr. Mt 22, 37) »[17].
Para que este anhelo de fraternidad universal no se quede en un deseo inoperante, esmerémonos en tratar con la máxima comprensión y delicadeza a los demás católicos, a cada uno, amando todos los caminos que en el seno de la Iglesia conducen a Dios. Acordémonos del pasaje del Evangelio, que narra la intolerancia de algunos Apóstoles de Jesús —aún no había descendido sobre ellos el Espíritu Santo— ante las actuaciones de quienes no se contaban entre el número de los discípulos: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros. Jesús contestó: —No se lo prohibáis, porque no hay nadie que haga un milagro en mi nombre y pueda a continuación hablar mal de mí: el que no está contra nosotros, con nosotros está[18]. Nuestro Padre solía comentar así este pasaje: «hijos míos, no pongáis nunca obstáculos al trabajo apostólico de quienes trabajen por Jesucristo (...). A nosotros no nos molesta nadie. Nos da mucha alegría que todos trabajen: ¡que es un mar inmenso el mundo de las almas!, ¡que vosotros améis la labor de los demás! No nos estorba nadie»[19].
Actualmente, y siempre, una tarea de importancia capital consiste en enseñar a todos —especialmente a las jóvenes generaciones— a comportarse de esta manera. Por ejemplo, ¡qué gran labor pueden realizar un padre o una madre de familia con sus hijos, en el seno del hogar, con el ejemplo y con la enseñanza oportuna! Y lo mismo en la escuela, un profesor o una profesora con criterio cristiano. Y un amigo con sus amigos, en ese apostolado de amistad y confidencia que San Josemaría enseñó a realizar. Este es un modo eficacísimo de actuar, para desterrar «el fundamentalismo religioso y el laicismo», que son —como señala el Papa— «formas especulares y extremas del rechazo del legítimo pluralismo y del principio de laicidad»[20]. Con una acción capilar y constante, aunque pueda parecer de poca importancia, se da lugar a un fenómeno como el de la piedra caída en el lago, que produce círculos cada vez más amplios, cada vez más lejos[21]. ¿Rechazas las habladurías, por desgracia tan comunes? ¿Te ejercitas en la comprensión y, cuando resulta necesario, sabes hacer la corrección fraterna? ¿Respetas y no coartas el carácter de los otros?
Además, cada uno, en uso de su legítima libertad civil, procurará influir en las costumbres sociales y en las leyes con los medios honrados que tenga a su alcance, invitando a comprometerse en esta tarea de comprensión a otras personas que, aunque no tengan fe, son gentes de buena voluntad. Porque «la libertad religiosa no es patrimonio exclusivo de los creyentes, sino de toda la familia de los pueblos de la tierra. Es un elemento imprescindible de un Estado de derecho; no se puede negar sin dañar al mismo tiempo los demás derechos y libertades fundamentales, pues es su síntesis y su cumbre»[22].
Nos acercamos a un nuevo aniversario del nacimiento de nuestro Padre. En estas fechas, podemos hacerle el regalo de ser muy fieles a sus enseñanzas y de difundirlas, de modo que se extienda más y mejor el conocimiento de su figura y de sus escritos. Los que hemos vivido a su lado y le hemos tratado personalmente, podemos atestiguar la verdad de aquellas palabras que dejó escritas: «llevo toda mi vida predicando la libertad personal, con personal responsabilidad. La he buscado y la busco, por toda la tierra, como Diógenes buscaba un hombre. Y cada día la amo más, la amo sobre todas las cosas terrenas: es un tesoro que no apreciaremos nunca bastante»[23]. En el paso por la tierra y en las enseñanzas de este sacerdote enamorado de Dios —y, por tanto, de la libertad—, hallaremos puntos de contacto con las ansias de tantos amigos y compañeros que buscan el bien y la felicidad, y no los hallan, porque nadie les ha indicado dónde se encuentran.
Antes de terminar, deseo haceros partícipes de mi alegría por haber viajado a Bucarest, en Rumania, antes de Navidad. Las personas de la Obra que residen allí se desenvuelven gustosamente, con alegría, en medio de dificultades de espacio, del mínimo necesario de comodidad, como repetía nuestro Padre apoyándose en la doctrina de Santo Tomás de Aquino; y esa realidad lleva consigo muchos frutos de almas. Estuve sólo dos días, muy intensos, en los que pude tocar con la mano, una vez más, cómo el espíritu del Opus Dei arraiga en lugares de cultura y tradiciones diversísimas. Ayudadme a dar gracias a Dios y seguid pidiendo por la Iglesia y por el Papa, bien unidos a todas mis intenciones, ¡que son muchas!
Con todo cariño, os bendice y os desea un año 2011 lleno de frutos espirituales
vuestro Padre
+ Javier
Roma, 1 de enero de 2011.
http://www.opusdei.org.co/art.php?p=42116
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Carta de Pepe Alonso para el mes de Enero
Miami, enero del 2011
Querida familia en Cristo Jesús:
Parece mentira pero se nos ha ido un año más sin casi darnos cuenta, realmente el tiempo vuela, un año más que no volverá, ya es parte de nuestra historia.
Pero existe el riesgo de que dejemos pasar las experiencias vividas, buenas, regulares o malas, y quizá algunas muy malas, sin sacar provecho de lo experimentado.
En mis años universitarios tuve un profesor a quien recuerdo con cierta frecuencia, especialmente por algunas de sus sabias enseñanzas. Una se ellas decía: "conducta inteligente es: el aprovechamiento de las experiencias pasadas, en la resolución de los problemas futuros". Que gran verdad, ¿no es cierto? Y qué pocas veces actuamos "inteligentemente".
Así es que una sabia manera de empezar este 2011 es tomando un buen tiempo para hacer un balance del 2010, un balance personal, sincero, humilde, honesto.
Por ejemplo, pudiéramos hacer en un papel una lista con dos columnas, la de la izquierda para las acciones buenas, positivas y provechosas que recordemos de nuestra actuación durante el 2010, y en la columna de la derecha, todos nuestros actos malos, imprudentes, negativos e inútiles.
Se que se requiere mucho valor y sobre todo mucha, muchísima humildad para atreverse a hacer algo así, pero si queremos realmente dar pasos sólidos para vivir más cristianamente este nuevo año que Dios nos regala, hay que tomar pasos drásticos.
Una vez hecho lo anterior, si aun no te ha dado un ataque cardiaco pudieras tomar un siguiente paso: hacer tu o tus resoluciones para este nuevo año. Quizá en días pasados hiciste ya una lista, posiblemente muy a la ligera y sin mayor reflexión, y probablemente para estas horas ya la olvidaste, por lo que te invito a empezar de nuevo, pero de una manera diferente.
Como referencia nos podría servir San Pedro, nuestro primer Papa, que a veces, por sus impulsos metió la pata, gracias a Dios para nuestro provecho. ¿Un ejemplo? Veamos:
Simón Pedro le dijo: Señor, ¿adónde vas? Jesús respondió: Adonde yo voy, tú no me puedes seguir ahora, pero me seguirás después. Pedro le dijo: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora mismo? ¡Yo daré mi vida por ti! Jesús le respondió: ¿Tu vida darás por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo sin que antes me hayas negado tres veces. Juan 13, 36 a 38
El apóstol Pedro en este punto de su vida, tenía muy buenos propósitos y muy buenas intenciones, seguir a Cristo era una de esas buenas intenciones; sin embargo Jesús le demostró que eso no basta. Había que hacer mucho más, si de seguir a Jesús se trataba....porque del dicho al hecho, hay un gran trecho. Ahora que nosotros estamos estrenando un año mas, también podemos caer en el error de tener solamente buenas intenciones, por ejemplo: podemos tener la buena intención de dejar algún habito que no es exactamente muy bueno, de orar más frecuentemente, de leer la Biblia con más regularidad, de ser más amigo de la familia, de involucrarnos más en los planes de la parroquia, de aprender más doctrina, etc. Sin embargo, esto no basta, hay que ponerse a trabajar con Dios, sirviéndole de verdad, por fe, como esos hombres y mujeres que nos narra la Biblia. Ver Hebreos 11:32-40.
El común denominador de todos ellos es que su FE, siempre estuvo acompañada de la acción. Fue una fe que los impulsó a servirle a Dios a pesar de las adversidades, a pesar de los peligros, a pesar de la oposición….y por eso están sus nombres en la Biblia y en la mente de Dios.
Ahora bien, que es Fe. La Biblia nos dice que: "Es, pues, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve". Hebreos 11, 1
Basados en lo anterior entonces ¿qué puedes hacer?. Yo aconsejaría, Primero que nada que tomes un buen tiempo de oración para pedir al Señor que te muestre Su voluntad para tu vida. Cree, en FE, que Él lo hará, el Señor tiene mas interés que tu mismo de que camines por sus sendas.
Segundo, hacer nuevamente una lista con uno, dos, no más de tres propósitos que sientas que son realmente prioritarios para tu vida, propósitos que quizá ya has intentado pero que has fracasado al tratar de lograrlos solamente con tus propias fuerzas sin contar con la ayuda de Dios.
Tercero, ponte metas concretas con tiempos específicos para comenzar. recuerda que, para llegar a la meta hay que lanzarse al primer disparo, hay que dar el primer paso, después el segundo, etc.
Cuarto, ten paciencia contigo mismo, ten fe de que, si tu haces tu parte, Dios hará la suya.
Quinto, se realista, no hagas planes a un plazo que desconoces. Vive de día en día, por si acaso.
¡Enséñanos a contar nuestros días, para que entre la sensatez en nuestra cabeza!. Salmo 90, 12
No hagamos planes como si fuésemos eternos, como si nunca nos llegara el fin de nuestro días en este mundo. Recordemos lo que le nos dice la Palabra de Dios: "Ahora bien, ustedes los que dicen: 'Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allá el año, negociaremos y ganaremos'; ustedes que no saben qué será de su vida el día de mañana... ¡Son vapor de agua que aparece un momento y después desaparece! Santiago 4,13 y 14
Como parte de los propósitos del año que comienza, tal vez sea prudente pensar en la brevedad y transitoriedad de la vida humana. Por eso parece increíble que haya personas que viven como si fuesen a durar para siempre. La vida humana es breve, muy breve, y tenemos la obligación moral de vivirla con sabiduría. para apreciar el tiempo que tenemos disponible para vivir.
Que Dios nos ayude hoy a valorarla correctamente y a vivirla para él.
Ya para concluir con estas breves reflexione hagámonos una última pregunta: ¿Cómo seremos recordados nosotros en este año 2010? ¿estaremos en el salón de la fama de los hombres de fe? y que decir, si Dios nos regala una año más, el 2011, ¿haremos la voluntad de Dios? o sencillamente nos quedaremos con buenas intenciones.
Ahora te comparto una oración por el Año Nuevo, para ti, y para que la compartas con otros:
Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro. Al terminar un año quiero darte gracias por todo aquello que recibí de TI.
Gracias por la vida y el amor, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser. Te ofrezco cuanto hice en año pasado, el trabajo que pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude construir.
Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé, los más cercanos a mí y los que estén más lejos, los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar, con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.
Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón por la oración que poco a poco fui aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte. Por todos mis olvidos, descuidos y silencios nuevamente te pido perdón. Perdón por aquellos a quien he ofendido, a los que pude amar y no amé o desprecié.
Señor, perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado.
Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón por vivir sin entusiasmo.
Al iniciar un nuevo año detengo mi vida ante el nuevo calendario aún sin estrenar y te presento estos días que sólo TÚ sabes si llegaré a vivirlos.
Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría, la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría. Quiero vivir cada día con optimismo y bondad llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y paz. Danos un año feliz y enséñanos a repartir felicidad. Amén.
Por último, al comenzar el año renueva tu propósito de seguir apoyando esta Misión EWTN, pues de tu generoso apoyo dependerá que podamos seguir llevando la Palabra de Dios hasta los últimos rincones de la tierra. Dios te pagará con creces todo lo que hagas por nosotros
FELÍZ AÑO NUEVO TE DESEAMOS TODOS LOS QUE COLABORAMOS EN ESTA OBRA. CUENTA CON NUESTRAS ORACIONES POR TI Y LOS TUYOS.
Pepe Alonso
http://www.ewtn.com/nuestrafeenvivo/Letters/Carta.htm
Querida familia en Cristo Jesús:
Parece mentira pero se nos ha ido un año más sin casi darnos cuenta, realmente el tiempo vuela, un año más que no volverá, ya es parte de nuestra historia.
Pero existe el riesgo de que dejemos pasar las experiencias vividas, buenas, regulares o malas, y quizá algunas muy malas, sin sacar provecho de lo experimentado.
En mis años universitarios tuve un profesor a quien recuerdo con cierta frecuencia, especialmente por algunas de sus sabias enseñanzas. Una se ellas decía: "conducta inteligente es: el aprovechamiento de las experiencias pasadas, en la resolución de los problemas futuros". Que gran verdad, ¿no es cierto? Y qué pocas veces actuamos "inteligentemente".
Así es que una sabia manera de empezar este 2011 es tomando un buen tiempo para hacer un balance del 2010, un balance personal, sincero, humilde, honesto.
Por ejemplo, pudiéramos hacer en un papel una lista con dos columnas, la de la izquierda para las acciones buenas, positivas y provechosas que recordemos de nuestra actuación durante el 2010, y en la columna de la derecha, todos nuestros actos malos, imprudentes, negativos e inútiles.
Se que se requiere mucho valor y sobre todo mucha, muchísima humildad para atreverse a hacer algo así, pero si queremos realmente dar pasos sólidos para vivir más cristianamente este nuevo año que Dios nos regala, hay que tomar pasos drásticos.
Una vez hecho lo anterior, si aun no te ha dado un ataque cardiaco pudieras tomar un siguiente paso: hacer tu o tus resoluciones para este nuevo año. Quizá en días pasados hiciste ya una lista, posiblemente muy a la ligera y sin mayor reflexión, y probablemente para estas horas ya la olvidaste, por lo que te invito a empezar de nuevo, pero de una manera diferente.
Como referencia nos podría servir San Pedro, nuestro primer Papa, que a veces, por sus impulsos metió la pata, gracias a Dios para nuestro provecho. ¿Un ejemplo? Veamos:
Simón Pedro le dijo: Señor, ¿adónde vas? Jesús respondió: Adonde yo voy, tú no me puedes seguir ahora, pero me seguirás después. Pedro le dijo: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora mismo? ¡Yo daré mi vida por ti! Jesús le respondió: ¿Tu vida darás por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo sin que antes me hayas negado tres veces. Juan 13, 36 a 38
El apóstol Pedro en este punto de su vida, tenía muy buenos propósitos y muy buenas intenciones, seguir a Cristo era una de esas buenas intenciones; sin embargo Jesús le demostró que eso no basta. Había que hacer mucho más, si de seguir a Jesús se trataba....porque del dicho al hecho, hay un gran trecho. Ahora que nosotros estamos estrenando un año mas, también podemos caer en el error de tener solamente buenas intenciones, por ejemplo: podemos tener la buena intención de dejar algún habito que no es exactamente muy bueno, de orar más frecuentemente, de leer la Biblia con más regularidad, de ser más amigo de la familia, de involucrarnos más en los planes de la parroquia, de aprender más doctrina, etc. Sin embargo, esto no basta, hay que ponerse a trabajar con Dios, sirviéndole de verdad, por fe, como esos hombres y mujeres que nos narra la Biblia. Ver Hebreos 11:32-40.
El común denominador de todos ellos es que su FE, siempre estuvo acompañada de la acción. Fue una fe que los impulsó a servirle a Dios a pesar de las adversidades, a pesar de los peligros, a pesar de la oposición….y por eso están sus nombres en la Biblia y en la mente de Dios.
Ahora bien, que es Fe. La Biblia nos dice que: "Es, pues, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve". Hebreos 11, 1
Basados en lo anterior entonces ¿qué puedes hacer?. Yo aconsejaría, Primero que nada que tomes un buen tiempo de oración para pedir al Señor que te muestre Su voluntad para tu vida. Cree, en FE, que Él lo hará, el Señor tiene mas interés que tu mismo de que camines por sus sendas.
Segundo, hacer nuevamente una lista con uno, dos, no más de tres propósitos que sientas que son realmente prioritarios para tu vida, propósitos que quizá ya has intentado pero que has fracasado al tratar de lograrlos solamente con tus propias fuerzas sin contar con la ayuda de Dios.
Tercero, ponte metas concretas con tiempos específicos para comenzar. recuerda que, para llegar a la meta hay que lanzarse al primer disparo, hay que dar el primer paso, después el segundo, etc.
Cuarto, ten paciencia contigo mismo, ten fe de que, si tu haces tu parte, Dios hará la suya.
Quinto, se realista, no hagas planes a un plazo que desconoces. Vive de día en día, por si acaso.
¡Enséñanos a contar nuestros días, para que entre la sensatez en nuestra cabeza!. Salmo 90, 12
No hagamos planes como si fuésemos eternos, como si nunca nos llegara el fin de nuestro días en este mundo. Recordemos lo que le nos dice la Palabra de Dios: "Ahora bien, ustedes los que dicen: 'Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allá el año, negociaremos y ganaremos'; ustedes que no saben qué será de su vida el día de mañana... ¡Son vapor de agua que aparece un momento y después desaparece! Santiago 4,13 y 14
Como parte de los propósitos del año que comienza, tal vez sea prudente pensar en la brevedad y transitoriedad de la vida humana. Por eso parece increíble que haya personas que viven como si fuesen a durar para siempre. La vida humana es breve, muy breve, y tenemos la obligación moral de vivirla con sabiduría. para apreciar el tiempo que tenemos disponible para vivir.
Que Dios nos ayude hoy a valorarla correctamente y a vivirla para él.
Ya para concluir con estas breves reflexione hagámonos una última pregunta: ¿Cómo seremos recordados nosotros en este año 2010? ¿estaremos en el salón de la fama de los hombres de fe? y que decir, si Dios nos regala una año más, el 2011, ¿haremos la voluntad de Dios? o sencillamente nos quedaremos con buenas intenciones.
Ahora te comparto una oración por el Año Nuevo, para ti, y para que la compartas con otros:
Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro. Al terminar un año quiero darte gracias por todo aquello que recibí de TI.
Gracias por la vida y el amor, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser. Te ofrezco cuanto hice en año pasado, el trabajo que pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude construir.
Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé, los más cercanos a mí y los que estén más lejos, los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar, con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.
Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón por la oración que poco a poco fui aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte. Por todos mis olvidos, descuidos y silencios nuevamente te pido perdón. Perdón por aquellos a quien he ofendido, a los que pude amar y no amé o desprecié.
Señor, perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado.
Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón por vivir sin entusiasmo.
Al iniciar un nuevo año detengo mi vida ante el nuevo calendario aún sin estrenar y te presento estos días que sólo TÚ sabes si llegaré a vivirlos.
Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría, la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría. Quiero vivir cada día con optimismo y bondad llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y paz. Danos un año feliz y enséñanos a repartir felicidad. Amén.
Por último, al comenzar el año renueva tu propósito de seguir apoyando esta Misión EWTN, pues de tu generoso apoyo dependerá que podamos seguir llevando la Palabra de Dios hasta los últimos rincones de la tierra. Dios te pagará con creces todo lo que hagas por nosotros
FELÍZ AÑO NUEVO TE DESEAMOS TODOS LOS QUE COLABORAMOS EN ESTA OBRA. CUENTA CON NUESTRAS ORACIONES POR TI Y LOS TUYOS.
Pepe Alonso
http://www.ewtn.com/nuestrafeenvivo/Letters/Carta.htm
jueves, 27 de enero de 2011
Don Bosco - «Evangelizar educando y educar evangelizando».
Juan Melchor Bosco Occhiena o Don Bosco (en italiano Giovanni Melchiorre Bosco Occhiena) (I Becchi, 16 de agosto de 1815 - Turín, 31 de enero de 1888) fue un sacerdote católico, educador y escritor italiano del siglo XIX. Fundó la Congregación Salesiana, el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, la Asociación de Salesianos Cooperadores, el Boletín Salesiano y el Oratorio Salesiano. Promovió la Asociación de Exalumnos Salesianos, el desarrollo de un moderno sistema pedagógico conocido como Sistema Preventivo para la formación de los niños y jóvenes y promovió la construcción de obras educativas al servicio de la juventud más necesitada, especialmente en Europa y América Latina.
Fue uno de los sacerdotes más cercanos al pontificado de Pío IX y al mismo tiempo logró mantener la unidad de la Iglesia durante los duros años de la consolidación del Estado Italiano y los enfrentamientos entre éste y el Papa que ocasionó la pérdida de los llamados Estados Pontificios y el nacimiento de la Reino de Italia 1870-1946. Fue autor de numerosas obras, todas dirigidas a la educación juvenil y a la defensa de la fe católica, lo que lo destaca como uno de los principales promotores de la imprenta de su siglo.[
Caracterizado por su especial preocupación hacia los jóvenes, le valieron el respeto de las autoridades civiles y religiosas de su tiempo y de su país, así como una notable fama en el extranjero. Sus obras fueron requeridas directamente por jefes de estado y autoridades eclesiásticas de países como Ecuador, España, Honduras, Francia, Inglaterra, Polonia, Palestina, Panamá, Argentina, Brasil, Uruguay, Chile y Colombia entre muchas otras. Si bien no pudo responder positivamente a las numerosas peticiones durante su vida, estas serían cumplidas más allá de lo esperado después de su muerte. Fue un visionario de su tiempo al punto de predecir acontecimientos que se darían a lo largo del siglo XX en lo referente a sus salesianos, a la Iglesia Católica y al mundo en general. Juan Bosco, conocido mundialmente como Don Bosco, fue declarado Santo por el Papa Pío XI el 1 de abril de 1934, a tan sólo 46 años después de su muerte en 1888 y le fue dado el título de "Padre, Maestro y Amigo de los Jóvenes" por el Papa Juan Pablo II. Poblaciones, provincias, parques, calles, teatros, museos, universidades y sobre todo colegios llevan su nombre. La Familia Salesiana es uno de los grupos católicos más numerosos del mundo y existen obras de Don Bosco en 130 naciones.
Don Bosco supo, pues, unir su vocación sacerdotal y su vocación de educador en un solo proyecto de vida y en una característica experiencia vivida. Experiencia que el Rector Mayor, Don Egidio Viganò, resumió en la feliz frase: «Evangelizar educando y educar evangelizando».
http://revistaecclesia.com/content/view/23256/66/
Fue uno de los sacerdotes más cercanos al pontificado de Pío IX y al mismo tiempo logró mantener la unidad de la Iglesia durante los duros años de la consolidación del Estado Italiano y los enfrentamientos entre éste y el Papa que ocasionó la pérdida de los llamados Estados Pontificios y el nacimiento de la Reino de Italia 1870-1946. Fue autor de numerosas obras, todas dirigidas a la educación juvenil y a la defensa de la fe católica, lo que lo destaca como uno de los principales promotores de la imprenta de su siglo.[
Caracterizado por su especial preocupación hacia los jóvenes, le valieron el respeto de las autoridades civiles y religiosas de su tiempo y de su país, así como una notable fama en el extranjero. Sus obras fueron requeridas directamente por jefes de estado y autoridades eclesiásticas de países como Ecuador, España, Honduras, Francia, Inglaterra, Polonia, Palestina, Panamá, Argentina, Brasil, Uruguay, Chile y Colombia entre muchas otras. Si bien no pudo responder positivamente a las numerosas peticiones durante su vida, estas serían cumplidas más allá de lo esperado después de su muerte. Fue un visionario de su tiempo al punto de predecir acontecimientos que se darían a lo largo del siglo XX en lo referente a sus salesianos, a la Iglesia Católica y al mundo en general. Juan Bosco, conocido mundialmente como Don Bosco, fue declarado Santo por el Papa Pío XI el 1 de abril de 1934, a tan sólo 46 años después de su muerte en 1888 y le fue dado el título de "Padre, Maestro y Amigo de los Jóvenes" por el Papa Juan Pablo II. Poblaciones, provincias, parques, calles, teatros, museos, universidades y sobre todo colegios llevan su nombre. La Familia Salesiana es uno de los grupos católicos más numerosos del mundo y existen obras de Don Bosco en 130 naciones.
Don Bosco supo, pues, unir su vocación sacerdotal y su vocación de educador en un solo proyecto de vida y en una característica experiencia vivida. Experiencia que el Rector Mayor, Don Egidio Viganò, resumió en la feliz frase: «Evangelizar educando y educar evangelizando».
http://revistaecclesia.com/content/view/23256/66/
miércoles, 19 de enero de 2011
sábado, 15 de enero de 2011
“Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo".
Evangelio del domingo 16 de enero de 2011; 2º del tiempo ordinario
El Señor después de ser bautizado comienza su vida pública, se encamina hacia la cruz, paciente como un cordero ofrecido en sacrificio, con la fuerza expiatoria de su muerte inocente ha borrado la culpa de toda la humanidad.
En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal y quitó el “pecado del mundo”, del que el mal, el sufrimiento y la enfermedad no son sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión redentora.
Muchas personas del tiempo de Jesús no captaron, no supieron o no quisieron ver quien era Él, porque no basta para creer ver con los ojos de la cara, sino que son necesarios los del alma.
¡Señor, aumenta nuestra fe, enséñanos a verte y a reconocerte como nuestro Salvador!
Nosotros también estamos llamados, como Juan Bautista, a ayudar al Señor en esta misión de quitar el pecado del mundo, primero luchando contra el mal que hay dentro de nosotros, luego luchando contra el mal donde quiera que éste se encuentre y podamos hacerlo, en mi familia, en mi trabajo, entre mis amigos, en mi comunidad cristiana.
¡Gracias, Señor, porque te has sacrificado por nosotros en el Calvario y porque actualizas cada día tu sacrificio en la Santa Misa!
Termina Juan este episodio, lleno de gozo por haber visto al Mesías y poder anunciarlo al mundo, con estas palabras solemnes: “Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que él es el Hijo de Dios”. También nosotros hemos visto los motivos de credibilidad de la divinidad de Jesús: las profecías cumplidas en Él, los milagros que realizó, la elevación de su doctrina, la moral que nos enseña, el testimonio de sus mártires de ayer y hoy. Tengamos valor para dar testimonio de Él siempre: testimonio de palabra confesándonos como hijos del Padre y discípulos de Cristo y testimonio de obra, amoldando nuestra vida a su divina voluntad.
http://prelaturademoyobamba.com/2011/01/14/evangelio-del-domingo-16-de-enero-de-2011-2%c2%ba-del-tiempo-ordinario/#comment-1696
El Señor después de ser bautizado comienza su vida pública, se encamina hacia la cruz, paciente como un cordero ofrecido en sacrificio, con la fuerza expiatoria de su muerte inocente ha borrado la culpa de toda la humanidad.
En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal y quitó el “pecado del mundo”, del que el mal, el sufrimiento y la enfermedad no son sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión redentora.
Muchas personas del tiempo de Jesús no captaron, no supieron o no quisieron ver quien era Él, porque no basta para creer ver con los ojos de la cara, sino que son necesarios los del alma.
¡Señor, aumenta nuestra fe, enséñanos a verte y a reconocerte como nuestro Salvador!
Nosotros también estamos llamados, como Juan Bautista, a ayudar al Señor en esta misión de quitar el pecado del mundo, primero luchando contra el mal que hay dentro de nosotros, luego luchando contra el mal donde quiera que éste se encuentre y podamos hacerlo, en mi familia, en mi trabajo, entre mis amigos, en mi comunidad cristiana.
¡Gracias, Señor, porque te has sacrificado por nosotros en el Calvario y porque actualizas cada día tu sacrificio en la Santa Misa!
Termina Juan este episodio, lleno de gozo por haber visto al Mesías y poder anunciarlo al mundo, con estas palabras solemnes: “Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que él es el Hijo de Dios”. También nosotros hemos visto los motivos de credibilidad de la divinidad de Jesús: las profecías cumplidas en Él, los milagros que realizó, la elevación de su doctrina, la moral que nos enseña, el testimonio de sus mártires de ayer y hoy. Tengamos valor para dar testimonio de Él siempre: testimonio de palabra confesándonos como hijos del Padre y discípulos de Cristo y testimonio de obra, amoldando nuestra vida a su divina voluntad.
http://prelaturademoyobamba.com/2011/01/14/evangelio-del-domingo-16-de-enero-de-2011-2%c2%ba-del-tiempo-ordinario/#comment-1696
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