jueves, 5 de mayo de 2011

La familia




Meditación

Los que participan en la vida divina, forman la familia de Dios. En ella, al modo de la familia humana, hay relaciones de paternidad y filiación, de fraternidad, y el clima apropiado para que estas relaciones se estrechen y se refuercen cada vez más. A esta familia no se pertenece por generación natural, sino por generación de fe, de amor y de esperanza. Las puertas de la casa familiar están siempre abiertas: Todos los hombres están invitados a entrar, pero ninguno obligado. Los caminos por los que se llega al solar familiar del Padre son muy variados: los hay rectos y los hay tortuosos; unos son más largos y otros son más cortos. Todos llevan sin embargo a la casa del Padre. A lo largo de la historia han habido y habrá quizá quienes no quieran entrar y se queden fuera, pero el que entre pasará a disfrutar de los beneficios de la familia de Dios.

Reflexión apostólica

Formamos parte de la familia de Dios que se hace presente en la historia por medio de la Iglesia, debemos vivir cada día como buenos hijos de esta familia, como hijos dignos de este Padre que tanto nos ama, y como hermanos que se entregan generosamente a sus hermanos. El testimonio de un cristiano puede ser más poderoso que mil discursos, para resucitar en el corazón de tantos otros el deseo de Dios.

Propósito

Revisemos nuestro interior a la luz de Dios para ver si hemos dado en nuestra vida espacio y tiempo para que Dios hable a nuestro corazón.

Diálogo con Cristo

Señor me acerco a ti con el firme propósito de dirigir mi vida y mis pensamientos según tus criterios. No permitas que el materialismo y las prisas cotidianas me mantengan lejos de tu amor. Fortalece en mi corazón la semilla que tú sembraste en el bautismo para que para que crezca en mi alma la vida de gracia. Y Ayúdame a acercar a otros a participar de este don con el ejemplo de mi vida diaria. Así sea.


“¿Para que fin nos ha creado Dios?, se pregunta la tradición catequética. E iluminados por la gran fe de la Iglesia, tenemos que repetir pequeños y grandes, estas palabras u otras semejante: Dios nos ha creado para conocerlo y amarlo en esta vida y gozar de él eternamente” (Juan Pablo II CATEQUESIS DE DICIEMBRE DE 1986)

Tomado de catholic.net el 5 de mayo de 2011

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